Alegoriak ez du gorputzik O alegoría se escribe sin cuerpo.

Alguien[1] hace mucho tiempo clasificó esta figura como queriendo contener el peso del tiempo. Y (lo hizo queriendo) definió esta ficción organizándola mediante el modelo de la caza y el deseo, algo horizontal e indefinido pero contenido al mismo tiempo en la jerarquización vertical finita. Así las cosas, la alegoría sería una figura tanto retórica como hermenéutica; oscura y enigmática al tiempo que explicativa y declaratoria. Entre esos dos imaginables extremos se colocó a la intuición, que de otro modo se habría perdido en las profundidades de las fábulas.

Con el paso de muchos más años todavía, se llegó a acordar que la alegoría necesitaba de la conciencia histórica para manifestarse, alejándose del recinto exclusivo del símbolo y no acabar así atada a la pata de la mesa. Entendida como una figura extraña y furiosa capaz de violentar las normas y estructuras armoniosas, la alegoría es capaz de medir y establecer correspondencias en los cúmulos del tiempo. Y es ante esta acumulación temporal donde cabría esperar al deseo del cuerpo; no obstante este no existe. Quizás por tratarse de un ente que se desenvuelve en el terreno del pensamiento, su naturaleza haya que buscarla precisamente en su falta. La historia de lo alegórico se construye en base a lo que no está, a lo que se lleva consigo. Su extemporaneidad ha sido utilizada como crítica y réplica subrayando lo artificioso e ilusorio de todo aquello que se manifiesta como cuerpo.

Hoy en día sabemos que todo lo que se acumula pesa, ya sea en pilas verticales o en fajos horizontales. Lo contado, lo historiado, soporta su propio peso, pero aquel que vaga en el tiempo se vacía de contenido. El que yerra se desprende del significado. La alegoría en su cauce arrambla y sedimenta; la alegoría es en sí transportadora de significado pero significar alegóricamente conlleva sobre nominación. La alegoría no se dice a sí misma, se dice para los demás (que somos muchos) pero justo ella es la no nombrada. Se deja todo al pasar (menos aquello que no se puede dejar). Entre sus gracias y habilidades está el hablar de otro modo para conseguir la supervivencia del gesto. Mediante la veladura oculta y muestra. Palimpsesto.

Parece, pero esto ya lo dijo alguien[2], que todo es tan incierto como una conjetura. Pero eso sí: no pesa porque, ¿cuánto pesa la persuasión?

Cuando pinto no pienso en esto, pero intuyo algo de esto en la pintura. Lo que queda en la pintura es cuerpo. Acumulación. El significado se nos escapa.

 

Veva Linaza

Zumaia, enero de 2018

[1] Que se trate de un alguien indefinido por el acopio de ideas dentro de la tradición alegórica me resulta estimulante de cara a la elaboración de esta breve reflexión personal que, de lo que trata, es de evidenciar aquello que se lleva el pensamiento y por lo tanto, lo absurdo de su corporeidad.

[2] El mismo alguien indefinido que en 1  pero muchos años antes o después, o sea, un alguien acumulado.